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Asociarse ha sido desde antiguo, el mejor recurso para obtener un propósito determinado. Y es lo que sucede en la ASOCIACIÓN VALENCIANA DE AMIGOS DEL FERROCARRIL desde hace 65 años. Agrupar a quienes sienten el verdadero placer por las cosas bien hechas, por una buena charla, por un diálogo constructivo en torno a las comunicaciones que surcan o surcarán nuestro territorio. Y creen que es sano compartir unos principios medioambientales.

Se trata de un colectivo que a diferencia de otros, no sólo siente pasión por un tipo de vehículos, por unas determinadas prestaciones o carreras, por la velocidad o por la modernidad, sino también por la historia y la sociedad que les rodeaba desde el s XIX. La afición por el ferrocarril es una afición global.

Integral. Y por ello participa de todas ellas. Y vaya que si lo hace. Disfruta tanto con la contemplación de una locomotora de vapor como con el raudo paso de un AVE a 300. Pero además supera los individualismos propios de toda convicción, y considera un todo su hobby inmerso en el medio ambiente que le rodea. A sabiendas que el ferrocarril es el transporte más sostenible y el que mejor se integra en el paisaje.

Ser amante de los viajes, del patrimonio industrial, de la cultura de la movilidad en suma, no está reñido con ningún principio ético, político, ni social de hoy en día. Más bien al contrario. Nos sentimos más vigentes que nunca. Y es que en AVAF se dan cita desde los entusiastas por el trabajo manual heredado de nuestros falleros, aquellos que no sienten el aislamiento del hogar ni el paso de las horas con el estudio de una línea férrea o la realización de una miniatura. Y desde los diseñadores en 3D, hasta los seguidores de la alta velocidad, los tranvías de nuestros abuelos, o los documentalistas del viejo trenet valenciano que nos acercaba a la playa en verano, todos nos sentimos unidos. No descubrimos nada nuevo ni somos tendencia, pero nos reinventamos cada semana agrupando bajo un mismo techo el abuelo que con sus nietos viene a rodar los trenes de su infancia en nuestras maquetas, o aquél que pregunta por algún antepasado ferroviario famoso.

De alguna forma emulamos la idea con que naciera el propio medio de transporte hace dos siglos largos. Revolucionar las mentalidades sin destrozar las creencias. Poniendo al servicio del desplazamiento de masas todos los medios que la telegrafía, la telefonía y la electricidad a fín de cuentas, ofrecían. Y haciendo que hoy en día sea un transporte prácticamente único al que el automatismo y la sostenibilidad pueden gobernar.

La llamativa grandiosidad del tren, es la que hace que el niño en su más tierna infancia salude a su paso. La que hace recordar con nostalgia una vivencia perdida en el mayor. La que despierta la imaginación ante el traqueteo de un tren olvidado.
En nuestra vertiente mediterránea, antiguo eje de comunicaciones por antonomasia, fueron muchos a los que cautivó este progreso de la ciencia. Como ejemplo está la figura de Francisco Salvá Campillo, médico y físico formado en Valencia, que presentó en 1828, un año antes que el considerado primer tren del mundo, y con un convoy miniatura de funcionamiento real, la magia del vapor de agua que desplaza vehículos pesados sobre una vía férrea. Una experimentación de laboratorio de alquimista que balbuceaba sin conocer su alcance verdadero. Que al poco provocaría nada más y nada menos, que la segunda Revolución Industrial.

Por otra parte se sabe que aflora en 1920 ese sentimiento que ya desea una observación cercana del ferrocarril con la Locomotive Historical Society en la ciudad norteamericana de Boston, a la cabeza.

Iniciativa que siguieron otras asociaciones en Europa. Y que ya con anterioridad, o sea en los albores del s. XX, nuestro mundialmente conocido pintor valenciano Joaquín Sorolla Bastida, tomaba apuntes por su propio gusto, tal vez con la premonición nostálgica de un encuadre fotográfico, de las viejas locomotoras y coches de ferrocarril, arrumbados en la estación del Grao. Pasajes de nuestra crónica rural posteriormente recreadas en sus cuadros, con ambientaciones de pura tragedia. No en vano con su médico de cabecera Francisco Rodríguez de Sandoval, al que acompañaba en sus numerosos viajes, compartía la afición ferroviaria de un selecto grupo de amigos entre los que se contaba el popular Duque de Zaragoza, otro gran aficionado al ferrocarril que se atrevió a obtener el título de maquinista, únicamente por el mero placer de conducir estos caballos de hierro, como solía llamárseles en la literatura novelesca.

El nacimiento de AVAF

La nación se recuperaba lentamente de su guerra civil a mediados de los años ’50 del pasado siglo, y en ese contexto, un grupo de amigos en la Ciudad del Turia promueve de forma deliberada una asociación de amigos del ferrocarril a imagen de otras dos asociaciones ya establecidas en la Península, y reavivando de forma intuitiva aquellas ancestrales experiencias. Eran los años 1956-1957. Se trataba de comerciantes de clase media-alta, de los muebles metálicos como Tamarit, de la filatelia como Pertegás, de la producción agraria como Rius o la exportación como Quiles, de profesiones liberales como Ejarque, del ramo militar del Arma de Ingenieros como Fernández, un técnico de mantenimiento de aeronaves como igualmente Pertegás, un único joven estudiante de ingeniería como Giménez, pero apenas algún ferroviario como Díez. Nace así la ASOCIACIÓN VALENCIANA DE AMIGOS DEL FERROCARRIL o AVAF, registrada por todo farragoso trámite el 7 de julio de 1957. Año tristemente recordado posteriormente por la riada, unos meses después, por cierto desgracia de la que pronto renacería el grupo, porque recibió ayudas que repusieron todo su ajuar patrimonial del modelismo.

En realidad el acercamiento de este colectivo benévolo al mundo del tren en sus orígenes, era más que tímido, y su concepto de técnica ferroviaria muy sentimental, rozando lo filantrópico. Todo ello plasmado generalmente en las miniaturas y el maquetismo. Válvula de escape de unos pocos en forma de ocio cultural, que se mostró en tres exposiciones públicas, 1957-58-59, que supusieron el pistoletazo definitivo de exponer públicamente esta pasión, y por la mecánica y las comunicaciones. Y actividad que no ha dejado de practicarse.

Con el paso del tiempo la observación del tren real se hace cada vez más palpable y necesaria. Las reproducciones más localistas y fidedignas, y la documentación histórica previa al modelo cada vez más necesaria y tecnificada. No en vano los antecedentes hispánicos son evidentes y precoces, ya que la provincia española de Cuba vió nacer en la Habana en 1837 el que se encuentra entre la media docena de los primeros ferrocarriles del mundo, y en 1864 el primer tranvía legalmente establecido en España, en Carcagente, igualmente pionero en Europa. Dos pilares fundamentales de las variantes más universalmente conocidas del transporte sobre carriles.

Nacen también en los años sesenta los Congresos de la Federación Española de Amigos del Ferrocarril la FEAAF, en la que AVAF está encuadrada, y que anualmente y de forma rotatoria congregan las diferentes iniciativas provinciales y sus componentes. En Valencia se citaron con tal motivo los amantes del tren en 1971 con su Congreso Internacional, tal vez el mayor de la historia de la Federación nacional, luego en 1982, 1991 y en 2003.

Igualmente se promueven desde AVAF viajes conmemorativos para reivindicar la preservación del tren con tracción a vapor, eléctrica o diesel, siempre remolcando convoyes tradicionales, lo que ha dado como resultado que prácticamente todos los casos en que éstos han llegado a la valenciana estación del NORTE entre 1979 y 2017, lo hayan sido con su patrocinio. Una práctica ya de muy compleja ejecución por la reglamentación viaria.

También se producen alternativamente encuentros combinados de modelismo internacional, exposiciones y conferencias relativas a las líneas férreas de la Comunidad Valenciana de forma continuada. Se ha asesorado en la filiación de monumentos ferroviarios, la difusión en el medio escolar, la protección del patrimonio en peligro de extinción entre otros aspectos, y como no en la petición de un museo del Ferrocarril.

J L Llop 11. 3. 2021