Hubo un tiempo en que al precio del billete en el viaje por ferrocarril había que añadir un sinfín de detalles que añadían confort, es evidente, pero que no estaba al alcance de todos.
Por ejemplo y hacia el año 1940, si se disponía de medios económicos suficientes y desde luego si ya se estaba aposentado en 1ª clase o en un coche con suplemento de butacas, se podía aumentar la «blandura» del viaje a un asiento ya de por sí mullido, gracias a la crin de caballo. Eran los cojines o almohadas, refinado plus al que viajaba y que se ofrecía apenas en los trenes que se pueden contar con los dedos de una mano con origen Valencia-Término.
A su vez estaba el uso del coche restaurante o de la parte restaurante de un coche mixto, para el que dada su reducida capacidad había que solicitar turno con el consabido ticket.
Colección J-L Llop.