Al hilo de lo sucedido en el tren atrapado por las llamas en el incendio de Viver, a muchos lo primero que nos llamó la atención fue que la conductora tuviera que enfrentarse a la situación en la más absoluta soledad. ¿Cómo es posible que una sola persona tenga que conducir un tren y además tranquilizar a los pasajeros y darles instrucciones sobre lo que deben y no hacer para no ser alcanzados por las llamas, es decir para salvaguardar su seguridad?
En pocos medios de comunicación se ha incidido en esa soledad. Pocas referencias a que, posiblemente para ahorrar costes, no hubiera un interventor en el tren. Revisar billetes es muy fácil, lo puede hacer una máquina automáticamente. Pero no hay máquina que sustituya a un buen profesional cuando las cosas se ponen difíciles, en un momento de peligro, que exige la toma de decisiones rápidas y seguras. Los viajeros agradecemos que haya alguien con autoridad y seguridad que, en momentos conflictivos, no nos deje desamparados.
Sobre la importancia de la figura del interventor, véase esta pequeña nota de prensa de 1975. Cuanto cambian los tiempos. ¿A mejor?

imagen: Artículo Vía Libre 1975