imagen: Estación Renfe de Cuenca Semana Santa 1981 || autor: @ColonnaKP / pinterest.es
En las últimas semanas, después de intensos debates, ha quedado fuera de servicio la estación de ferrocarril de Cuenca, esperemos que momentáneamente. El servicio directo entre Valencia y Cuenca queda actualmente cubierto por los AVEs de RENFE y AVLO, que llega a la estación Fernando Zóbel, inexplicablemente edificada a cinco kilómetros del centro de la ciudad.
Pero el servicio ferroviario con las localidades que hasta hace poco tiempo cumplían los trenes de cercanías y media distancia ha quedado desatendido.
No voy a extenderme en reflexiones sobre el vacío que deja la supresión de esta línea ferroviaria de ADIF , que durante tanto tiempo ha servido para comunicar Valencia con Cuenca, y era elemento imprescindible para la vertebración de las comarcas interiores valencianas y para su comunicación con la provincia conquense, como ya indicamos en artículos anteriores.
En esta ocasión quiero simplemente aportar una mirada sentimental a una línea que despertó en mí la afición ferroviaria, que a la larga me acabó uniendo a la AVAF y a sus socios. Porque mis primeros recuerdos ferroviarios están ligados a viajes en ferrobús, a mediados de los setenta, que me llevaban con mi familia desde la estación del Norte de Valencia hasta esta estación que, por la desidia de algunos y por una modernidad mal entendida, ha quedado reducida a un fantasma del pasado.
A las seis de la madrugada salía el ferrobús de Valencia, circulaba a una lentitud exasperante (para los que no disfrutaban del viaje, claro), y se detenía en todas las estaciones. Sobre las doce, después de seis horas de viaje, llegaba a Cuenca, donde le esperaba otro ferrobús plateado de RENFE que unía Cuenca con Madrid. Algunos viajeros hacían transbordo a este convoy y continuaban su camino hacia la capital de España.
Durante mis estancias veraniegas en Cuenca solía, después de comer, acercarme a la estación a ver el cruce del talgo III y el TER, uno de ellos en dirección a Valencia, procedente de Madrid, y haciendo el mismo recorrido en sentido inverso, el otro. A cualquiera que no le atraigan los trenes no le parecerá un espectáculo digno de verse, pero a vosotros, aficionados ferroviarios, seguro que el recuerdo de los dos clásicos del ferrocarril español no os produce indiferencia.
Los viajes entre Valencia y Cuenca de mi infancia no están relacionados sólo con el ferrobús. Recuerdo también haber viajado en el correo Valencia-Cuenca-Madrid, arrastrado por locomotoras verdes de RENFE de la serie 1900 o 4000 y con los coches de la serie 8000 y su interminable pasillo.
También recuerdo el ómnibus Valencia-Cuenca-Madrid, con su locomotora 1900, sus coches de la serie 5000 o, en otras ocasiones, los de la serie 7000, “los Yenkas”, alusión a dicho baile por su inolvidable balanceo.
Todos estos recuerdos se pueden recrear a través de nuestra afición al modelismo ferroviario. Son trenes anticuados que cumplieron su función y ahora sólo permanecen en la memoria de los aficionados y en alguna actividad como la última del tren de los 80 Madrid-Cuenca .
Pero la estación de Cuenca todavía tiene mucho que decir, y adaptada a las nuevas exigencias de movilidad de los usuarios, debe seguir en servicio como lo ha hecho durante tantas décadas.
Luis Villalba, Marzo 2022.
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