A VUELTAS CON EL MUSEO VALENCIANO DEL TRANSPORTE
Cualquier museo, en cualquier parte del mundo, viene imbuido por un ansia de demostración de veteranía frente a lo foráneo, lo extranjero. Al menos lo es en Francia, en tiempos de l’Illustration, desde el siglo XVIII, nuestro más inmediato ejemplo. Sana forma de ostentación del saber ancestral o la calidad de sus artesanos para una región, un país o un área concreta de la vida cotidiana.
Todavía es posible visitar algunas empresas que, junto o en el propio despacho del propietario, ofrecen un pequeño muestrario de las primeras piezas que se produjeron, una maqueta, o el retrato del que fuera primer director o la primera pieza mecanizada…
Y si lo que se pretende no es manifestar que en tal o cual época no se vivía tan mal como parece, sí al menos mostrar los cambios que nos hacen reflexionar sobre el confort de la vida actual respecto a otros tiempos y lo costoso de su evolución. Y la adaptación de nuestro tejido industrial a las nuevas corrientes…
En el transporte, o la movilidad como ahora se denomina, ha sucedido otro tanto. Un mundo diverso pero lleno de avances y de historia. Por ello, la visión sesgada que nos producen los escasos restos supervivientes de una actividad tan amplia como el patrimonio ferroviario, sin embargo, nos hace ver, si se quiere, que algo ha permanecido ajeno a estos cambios, un manojo de símbolos. Indicando que, a lo mejor, lo mantenido como testimonio ya ha significado algo digno de ser conservado, por el empeño de las diversas manos por las que ha ido pasando hasta nuestros días.
En eso está AVAF, en reconstruir la memoria colectiva valenciana de las comunicaciones en particular, y de la española o europea en general, en lo que le afecte. Sus ferrocarriles y tranvías en absoluto han sido vulgares. Aun cuando sus procedencias eran de los más variado. Y la reivindicación del Museo público del Transporte en esta Comunidad autónoma, es una reclamación histórica insatisfecha.
Estamos y estuvimos, desde el inicio de los tiempos, en medio de una encrucijada de caminos, eje costero por excelencia, y de corrientes ideológicas y obviamente comerciales de toda índole. Y seguimos necesitando mostrar sus bondades y su precocidad en la historia de la Península Ibérica. Pero casi todos los intentos por consolidar esta iniciativa valenciana, que nació precisamente de los miembros de AVAF en los años 70 del pasado siglo, han caído en saco roto. La directiva de AVAF, con Juan Marco a la cabeza, consiguió una apertura provisional y con múltiples limitaciones, del antiguo taller de Torrent entre 2016 y 2019, pero las obras que se realizan actualmente han impedido seguir mostrando su inmenso potencial: su colección museográfica.
No se ha intentado siquiera acceder a la parte exterior del recinto y estacionar en ella algunos de los vehículos que pueden remolcarse. Tampoco han sido fructíferos los hasta ahora inconexos intentos de la cátedra Demetrio Ribes por mostrar una parte de la colección ferrotranviaria en el Parque Central. Cátedra que se nutrió igualmente de los proyectos originales de algunos miembros de AVAF, tanto en el citado parque como en Marxalenes. Y tampoco los entes culturales autóctonos han sabido interpretar ni exponer públicamente la complejidad y la idoneidad de esta muestra. Dos facetas se conjugan en ella: la vía ancha y la estrecha, que pueden constituir un buen maridaje en la narrativa de la historia valenciana del transporte. Y en cuya culminación, estamos convencidos, nada verá la luz adecuadamente si no se cuenta con la colaboración desinteresada y profesional de AVAF.
Para muestra un botón: una de las presentaciones más preclaras de este Museo el 21 de marzo de 2003. Artículo de prensa que se adjunta. En un lugar privilegiado y al que tuve la suerte de asistir. Ya entonces se acusaba la drástica reducción de innumerables piezas tras 16 años de retraso y cambios de ubicación cuando no de rumbo. Veremos en qué queda todo esto.
imagen: Recorte periódico || autor: publicado Diario Levante 22-03-2003